30.10.06

BRANDON LATTU: MODERNA NATURALEZA MUERTA

Es una cuestión, sobre todo, de contenidos, de cómo en la forma de decirlo también está lo que se quiere decir.

Así pues, irónica resulta la lúdica disposición de una ingente cantidad de juguetes en ordenado horror vacui, de los más pequeños a los más grandes, creciendo hacia el centro del gran óvalo blanco.


–Irónica, y seria, es de por sí la propia idea de juego, y el arte, con un elevado carácter infantil, con una pretensión de nuevos descubrimientos, no deja de basarse en ello.

Irónico resulta, también, el hecho de que a veces el trampantojo, en el acabado industrial de cada obra, resulte convincente hasta en la situación a escala real de los libros vacíos, sólo las tapas sin páginas, no sobre muebles sino sobre la sombra de los mismos, y se centre en ello la visión del artífice, y así en consecuencia, la del espectador.

Irónico, en definitiva, resulta el arte pop, y más si se va más allá y se siguen influencias, por ejemplo, del más conceptual Duchamp, si cada objeto ha de tomar otro significado, si frente a una aparente superficialidad los contenidos son profundos, pero siempre otros.

Lo que así se expone en Vacío 9 del norteamericano Brandon Lattu (Los Ángeles, 1970) no se constituye, por tanto, en meras naturalezas muertas que respondan, sin más, a la tradición, sino en diseño moderno, juego de formas y asociación de ideas.

Aprovechando la nitidez de la fotografía y buscando su máxima visualidad, el artista narra parte de su existencia a partir de vivencias y propiedades, los juguetes de su hijo y los libros de sus anaqueles.

–Después de todo, ¿quién no se fija en los libros de una casa ajena por primera vez visitada para un mayor conocimiento de su dueño?

Lattu retrata, y se autorretrata, y juega con la inexorable curiosidad del espectador, captando su atención, ya como un niño de dos años en formas, tamaños y colores, ya como un investigador que por el título de unas publicaciones cree conocer a quien las pudiera disfrutar, quizás infructuoso, pero siempre necesario, tal psicoanálisis.

Brandon Lattu, Three Models
Galería Vacío 9
Del 20 de octubre al 20 de noviembre de 2006

27.10.06

REGINA GIMÉNEZ: EL SUEÑO DE MAGALLANES

Evoca Regina Giménez (Barcelona, 1966) el viaje aún no iniciado, la indecisión, sobre todo, ante los monumentales y múltiples mapas que se plantean, tanto en pequeño como en gran formato. El mismo espectador queda intrigado ante tan geográficos terrenos pictóricos expuestos ahora en la galería Trama.

–Y al cabo, en cuanto a pintura, ¿qué hay más práctico y más significativo que un mapa que represente mejor las tres dimensiones en sólo dos?

Frente a los de Eduardo Úrculo o los de Cristóbal Toral, por ejemplo, los viajeros de Regina Giménez se ven difusos y umbríos y quedan reflejados en el momento de la opción. Mantienen el espíritu de Magallanes y Elcano; no van a descubrir ya nada que no se haya visto antes, pero, pudiendo elegir algo que no sea la línea recta, camino más corto a ver adónde se llega, les espera siempre lo desconocido. El jardín de los caminos que se bifurcan, del que hablara Borges, se abre ante ellos, y cada elección puede conllevar un riesgo o una sorpresa.

La técnica de Regina Giménez, original, libre y valiente, parece en consonancia con el pop de Rauschenberg, y antes que con Rauschenberg, con el art brut, y antes, con muchas formas de primitivismo que aquí se empastan en paisajes urbanos, modernos y algo laberínticos, más emocionales que racionales.

Los colores se presentan deslavazados, en gruesas pinceladas, manchas, borrones y transparencias, con una palidez enfermiza, y aún así, armoniosa, mezclados con fragmentos de papel, inscripciones y fotografías.

Entre pintura y collage sobre lienzo, las figuras se sobreponen a contraluz sobre fondos caóticos de formas geométricas, perspectivas intrincadas y carteles (con el sugerente “Sur” muchas veces presente como un enigma o un sino imprescindible).

Así pues, constituyen estos cuadros, ya no una búsqueda de la desteñida y sobada calidad de los planos viejos, sino una apariencia de frisos antiguos, de frescos redescubiertos, bajo el magma solidificado de la técnica, de una sociedad, aunque global, en decadencia.

Con todo, respiran las obras una melancolía, una visión somnolienta y un extraño estatismo que, en cambio, se corresponden con el constante movimiento de los personajes que, entre el pasado y el futuro, carecen de presente; que son sólo puntos de partida y destino inciertos.

Regina Giménez
Galería Trama
Del 26 de octubre al 28 de noviembre de 2006

25.10.06

THOMAS RAVENS: MACROESTRUCTURAS

–¡Se pierde en Piranesi! ¡Se minimiza en Boullée!

–El ser humano frente al propio entorno que se crea se convierte en una incógnita; la obra de los arquitectos supera, así, su ínfima y efímera existencia.

Quien expone, por primera vez en España, esta visión de tan desmesurada enjundia en Michel Soskine, el alemán Thomas Ravens (Moer, 1964), plantea sus reflexiones sobre la urbe y la sociedad modernas. Sólo 17 imágenes le bastan para dar fe de sus agorafóbicas y alucinadas perspectivas.

El gran teatro del mundo, que diría Calderón de la Barca, deja de centrarse en los personajes para estructurarse en el escenario y el atrezo, cada vez más grandilocuentes. Cuando aparece el individuo se desdibuja entre las masas, y éstas se reúnen en abiertos y amplísimos lugares públicos sin un motivo visible.

Ni Piranesi, ni Boullée, ni sobre todo, en unas visiones tan futuristas, Sant’Elia, son ajenos a la meditada obra de Ravens, que se vale de la arquitectura y el urbanismo para ironizar sobre los medios de poder, sobre el control de las sociedades modernas, las grandes construcciones como símbolo, las avenidas y los ilimitados espacios sobre los cuales planean las dictaduras, haciendo de lo grandioso algo cotidiano y de lo cotidiano algo inexorable, en apariencia indestructible.

Con un uso casi exclusivo de la acuarela, en diferentes formatos, toques de color vivos y algo infantiles de ingenuidad, y algunas formas orgánicas dentro de tanta geometría, teñido esto último de surrealismo, se unen a trazos que parecen herederos también del neoimpresionismo. No en vano, el estilo puede recordar, de igual manera, a los diseños publicitarios que ofrecen a los posibles compradores las empresas inmobiliarias. Con todo ello, se ofrecen, desde un punto de vista más bien elevado, grandes vacíos en un paradójico horror vacui de pocos claroscuros y mucha nitidez en cada línea, laberintos a los que parece poder accederse por cualquier sitio y de los que no se saldría.

Desde la libertad, pues, Ravens se cuestiona la propia libertad, la pequeñez de lo individual frente a la cada vez más monstruosa sociedad global que engulle todo el loco mundo coetáneo.

Thomas Ravens
Michel Soskine
Del 6 de octubre al 25 de noviembre de 2006

22.10.06

ÁNGELES SAN JOSÉ: LA NOCHE Y EL ÓLEO

La artista Ángeles San José (Madrid, 1961) expone con Fade to black sus últimas obras de gran formato en la galería Antonio Machón, cuadros profundos y a su vez táctiles en el inasible relieve que a veces pretenden.

Son los suyos ambientes y atmósferas que se muestran rotundos e ineludibles, ora translucidos de nebulosas, ora opacos de vivos óleos, ora metálicos y brillantes, como gran contraste, en el uso del grafito.

Limitada la gama cromática, y aunque significativa y con ricos matices, centrada sobre todo en el negro y la oscuridad, su abstracción se refleja comedida, sin duda minimalista, alguna vez paisajística, y sobre todo, simbólica. Sólo hay que fijarse en el título de varias de las obras para comprobarlo.

–Es una suerte de alquimia, de naturaleza, de elementos, fórmulas secretas y combinaciones, una metamorfosis de la visión mucho más que de lo que se ve, del todo a la nada y viceversa, el casi siempre fallido intento de hacer oro del plomo.

En paralelo, en perpendicular, horizontal o vertical, una calculada emoción se rige por la propia geometría de los bastidores, del todo respetada, rectitud de líneas que a veces abre horizontes o separa como telones o filtros ante la mirada los campos de color.

La artista madrileña se mantiene, así, fiel a su estilo, hasta sobrándole romanticismo, una melancolía no tan silenciada sobre la que el mismo Friedrich, ya en su momento, se habría manifestado, y sin faltar cierto toque oriental. Parece recoger también la mejor tradición de lo que fue, por ejemplo, la obra de Rothko, sintetizando y sacándole toda la esencia a las bondades de las dos dimensiones.

Y no se pierde ni por la sensación de vacío; pese al abismo, impera el equilibrio, casi la simetría en las más nubladas pinturas.

En este sentido, incluso en un mero nivel decorativo, la sobriedad y la elegancia, y una dimensión muy clásica de su discreta visibilidad, abren, o cierran, los espacios, su sensación. No calla, sin embargo, su mudo lenguaje metafísico, una fría expresión, el espíritu de la pintura más depurada.

Ángeles San José, Fade to Black
Galería Antonio Machón
Del 5 de octubre al 11 de noviembre de 2006

19.10.06

TXOMIN BADIOLA: LA EXPRESIÓN COMO SACRIFICIO

Bajo el título Rêve sans fin, sacado de Samuel Beckett, Soledad Lorenzo presenta en todo su esplendor una compleja e inquietante muestra del reconocido artista vasco Txomin Badiola (Bilbao, 1957).

–¿Y qué mejor forma habría de expresarse que con un proceso de deconstrucción?


Dice el propio artista de su obra: “No saber lo que se quiere y sin embargo sucumbir a algo que sabemos que no queremos, sólo para discurrir por donde no se sabe hacia donde no se sabe, dejando en la cuneta formas imprecisas, deficientes, carenciales, incompletas, que se ofrecen a otros como objetos ilegibles y sin sentido y que, a pesar de ello, estos otros, según los dictados de una estética, es decir de algo creado desde el no-arte, los “disfrutan” y al hacerlo evidencian precisamente aquello que de no-arte tienen”.

Aunque la intención primera se basaba en un proyecto audiovisual, en el presente trabajo, “unas intuiciones espaciales y objetuales”, aparte también de la idea de instalación, se combinan muy diversos elementos, recogidos, acumulados y seleccionados en el estudio de Badioala, en tan variadas disciplinas como la escultura, el ensamblaje, la fotografía, el collage o la literatura. Las imágenes se corresponden en comentarios. “El valor de los objetos presentados en esta exposición es que al menos intentan no presentarse a sí mismos como grandes declaraciones, sino más bien como testimonios de una terca insuficiencia que en el fondo comparten con los humanos”.

En algunas de las obras, se puede destacar, incluso, una influencia del cartel publicitario, paralela a las incursiones de Barbara Kruger, aunque sus referencias a la cultura de masas tengan que ver más, quizás, con parte del trabajo de otro norteamericano, Rauschenberg.

Hay menciones explícitas a Malevich, textuales y en cuanto a forma, y también se cita de continuo, por ejemplo en imágenes, a pintores antiguos, sobre todo a Caravaggio, descubriendo en sus descarnados cuadros sobre martirios y sacrificios (al cabo motivos sagrados, mandatos, necesarios para con el destino), la amargura y la contradicción inherentes al tema a tratar, malinterpretando sus obras y buscándoles mediante el extrañamiento un significado nuevo.

En este sentido, destaca la narración, la búsqueda de identidad, la historia de un mal camino, de una frustración, todo con cierto trasfondo freudiano que en ocasiones no deja de remitir a un onírico surrealismo. Badiola trata los conflictos internos, los generacionales, los anhelos de la juventud, el deseo, la creatividad, la sexualidad, el fracaso. “Somos humanos porque deseamos y sin embargo estamos eternamente enfrentados a la frustración masoquista de aplacar el deseo como si de un picor o un malestar se tratase”, dice él mismo.

El resultado es, así, mezcla de la voluntad, la pulsión y el azar, donde el creador hace y expresa lo que puede, donde muestra también, en el fondo, como tema fundamental, desnudo y abierto, sus limitaciones, carencias y debilidades.

Txomin Badiola, Rêve sans fin (la técnica)
Galería Soledad Lorenzo
Del 10 de octubre al 11 de noviembre de 2006

15.10.06

CIUCO GUTIÉRREZ: FOTOGRAFÍAS AÉREAS

–De cielo se inunda el alma de todas las cosas, de nubes cargadas de unas u otras esperanzas, de nostalgia también, y de significados abstractos, de hermosura.

Es Ciuco Gutiérrez (Torrelavega, Cantabria, 1956) un fotógrafo al que de siempre le ha gustado jugar. En este sentido, ha predominado en gran parte de su trabajo anterior un toque kitsch muy característico suyo, de iconos cotidianos, saturados colores y materiales plásticos y brillantes.

Lo exhibido en My Name’s Lolita Art a fecha de hoy introduce, en cambio, un matiz mucho más surrealista. En esta muestra, el artista monta las imágenes y juega con la luz, las sombras más lineales, las transparencias, los ritmos. Toma como protagonistas algo tan inmenso y simbólico en todas las culturas como es el cielo, y por supuesto, sus arbitrarios borrones y adornos, las blancas nubes que al azar se distribuyen haciendo depender de ellas las luces y las sombras. La materia pasa, así, por su filtro de etereidades, celestes heroicidades que se corresponderían con los dioses también allí representados.

Será ese mismo filtro el que imponga la gama cromática predominante, a veces contrastando lo aéreo con sólidas estructuras equilibradas, incluso geométricas, apegadas a lo terreno y en fuertes claroscuros. Bien reflejado queda esto en sus paisajes urbanos, y aunque es ésta la perspectiva que más abunda, no falta el elemento popular, la más rural sencillez o algo de tosquedad en alguna de las imágenes, como en aquella, El coleccionista, en la que un hombre, en ropas orientales ataviado, sostiene como en un espejo un fragmento del cielo, deslumbrante tesoro entre profundas sombras que lo invaden todo.

Instantáneas no instantáneas, buscando una referencia cercana, quizás sea otro jugador nato, René Magritte, con sus celestes reflexiones, quien más comparable se ofrezca ante la obra aquí comentada.

En definitiva, por tanto, sobre el nuevo trabajo de Ciuco Gutiérrez, y como en un sueño, sobrevuelan flotando, por encima de las formas, etéreos y positivos fantasmas que traspasan la realidad, que la esquivan siguiendo los vientos dominantes en el momento.

Ciuco Gutiérrez, El coleccionista de nubes
Galería My name's Lolita Art
Del 28 de septiembre al 11 de noviembre de 2006

13.10.06

ISIDRO BLASCO: CEZANNEANDO

Ofrece la galería Fúcares lo último del peculiar trabajo de Isidro Blasco (Madrid, 1962) siguiendo con su extraña visualidad en obras que conjuntan diferentes disciplinas.

–Parece querer continuar un sueño enloquecido de Cezanne, en el que, sin abandonar del todo el realismo, los volúmenes sobresalen de las dos dimensiones, la geometría recorta cada forma por perfiles, la realidad se arroja con rotundidad sobre quien la testimonia, se distorsiona.

En este sentido, es el suyo un continuo juego de superficies compuestas para simular tres dimensiones que se mueven a medida que se mueve el propio espectador, separándose cada elemento, o grupo de elementos, de lo que le rodea.

Mezcolanza de escultura y fotografía digital, sobre finas estructuras en madera y otros materiales sitúa el artista imágenes fragmentadas de paisajes urbanos o interiores.

Así pues, busca una suerte de fotografía cubista, sobre estructuras arquitectónicas desequilibradas, de elementos que a la vista resultan vulnerables, inestables, cercanos a tambalearse y desmoronarse en sus pequeños y diversos fragmentos. No deja de encontrar también con ello un elevado dinamismo, a lo que se suma una instalación que, de manera analógica, consiste en un ensamblaje sobre el que se proyecta un vídeo.

Correspondiéndose con esa perspectiva cristalizada, la temática, por su parte, se basa en reflejar de forma realista desde el movimiento de las grandes urbes contemporáneas, centradas en el modelo de Nueva York (donde Blasco ha residido), hasta el calor y el bienestar de un hogar moderno, el suyo propio, únicas obras éstas en las que aparece de forma clara, más personalizada, la figura humana. Inquietantes, no obstante, en muchas de ellas se destacan como telón de fondo explosiones y humos de catástrofes, obsesión tras los atentados de las Torres Gemelas y gran contraste que no rompe, sin embargo, la calma de los primeros planos.

No falta, pues, un tono paradójico y un cierto toque pop con los que Blasco podría ironizar sobre la sociedad occidental, la que ya ha sido capaz de absorber, combinar y hacer casi coherentes tales elementos de calma doméstica y violencia destructiva dentro de la misma vida cotidiana.

Sobre estructuras frágiles y desequilibradas, caóticas en sí, el artista presenta, por tanto, un mundo moderno roto, y sin embargo, tranquilo y autocomplaciente, que pese a los eventuales desastres ha de continuar su trayectoria.

Isidro Blasco
Galería Fúcares
Del 14 de septiembre al 4 de noviembre de 2006

11.10.06

CARMEN LA GRIEGA: GRAN SÁTIRA INFANTIL

–Érase una vez un mundo de luces y sombras, el mundo diferente que creó una niña pintora. Lo poblaban seres ingenuos y raros, y mágicos, y monstruos que querían devorarla, que poco a poco se la comían…


Carmen García Bartolomé, Carmen la Griega (Madrid, 1971), como en otros trabajos anteriores, sigue vinculando su obra a su experiencia vital y espiritual, a los conflictos internos que surgen al enfrentarse con el mundo exterior y lo cotidiano.

Entre pinturas y dibujos, vuelve a mostrar su universo de fantasía, su “País de las Maravillas”, de niñas perdidas, de entes fabulosos y grotescos, de híbridos y mujeres barbadas… Recrea, así, la Griega lo que podrían ser monstruosos cuentos infantiles o extrañas alegorías y sátiras sobre la vida.

Sus cuadros, pintados con las manos, pueden evocar en la historia del arte desde los aquelarres de Goya y sus perros hundiéndose hasta la angustia existencial de Munch. En algunos de ellos no puede haber más color, más pintura empastada, de la saturación de expresión plasmada. Muy pocas veces se contiene; es una emoción continua, desbordada.

Los dibujos, muy diferentes, mucho más sutiles, esquemáticos, mínimos y monocromos, la mayoría en blanco y negro, se mueven entre la melancolía y la carcajada, y en un dejarse hacer que busca con languidez la fina ironía. A tinta o carboncillo, los más simples laberintos se muestran como los más envolventes y la máxima inocencia como algo temible. Algunas de estas obras, desarrolladas en series, constituyen verdaderas tiras cómicas, sobre todo tragicómicas, no exentas de violencia muchas de ellas.

Alegorías de una sencillez inmensa, es todo un compendio de sentimientos, de deseos y miedos, tratados de manera directa, muy impactante. No dejan de mezclarse, pues, simbolismo y expresionismo, así como alguna influencia de Oriente, recorriendo los personajes creados un camino que agridulce madura en la soledad y el vacío de la artista frente al mundo, extraño y complejo.

–Y en ese mismo camino a ninguna parte se cruzarían la hipocresía, el amor, el sexo o la muerte. Qué pereza seguir y qué pereza volver, la niña habría de recorrerlo sola, tal vez sin poder ya esconderse bajo la cama.

Carmen la Griega
Galería Tribeca
Del 10 de octubre al 28 de octubre de 2006

10.10.06

JUAN MARTÍNEZ: A LA SOMBRA DE LOS SÍMBOLOS

Se repiten en la obra de Juan Martínez (Navas de San Juan, Jaén, 1942) unos mismos significantes de deshumanizada polisemia humana, entre la vida y la muerte, irónicos pero amargos.

Así se puede ver en la muestra de la galería Javier López, entre grandes cuadros que, reiterativos, no dejan de tratar el tema de la existencia. Bastante crípticos, pueden recordar a carteles publicitarios clásicos por su seca nitidez en el dibujo y su economía cromática (destacando el blanco, el negro y el rojo, los más beligerantes, entre otros poco variados tonos). Aparte, constantes se suceden los ritmos en simétrico equilibrio, quedando monumental y elocuente cada elemento.

Su esquemático simbolismo no deja de tomar posturas del surrealismo más abstracto, y aunque por la temática parezca contradictorio, de la propia cultura pop norteamericana, por supuesto más en la forma que en el contenido. Casi siempre flotantes sobre fondos vacíos, son reiterativos los rostros deshechos o contrahechos, las máscaras, las calaveras, los gestos oscuros e infrahumanos, incluso lo que parecerían lineales trazos de cabezas de muñecos o maniquíes, unas veces huecos los contornos, otras con muy expresivos ojos.

Con filosofía (el artista era amigo de María Zambrano), no olvidando, por ejemplo, influencias orientales como la de Lao Tse, se acoge a temas vitales como la inmigración (representando, demasiado actuales por las noticias, embarcaciones como escaleras a ninguna parte sobre la que vagan los desesperados), el viaje incierto, la religión desde el sarcasmo, el cansancio (cerillas consumidas), la enfermedad o la misma muerte. Predomina, por tanto, una evidente amargura, indeleble.

No en vano, que la exposición se llame Ismo no hace referencia a las vanguardias artísticas, sino a actitudes, tendencias o doctrinas, como son el egoísmo o el capitalismo vistos como juegos de doble moral, hipocresía, en todo caso, sombras y obstáculos sociales en el camino hacia la convivencia y el bien común.

Si no la denuncia, Juan Martínez busca al menos la impronta, la manifesación de un mundo que en el fondo está hecho mierda, de sufrimientos innecesarios y aún no sofocados.

Juan Martínez, Ismo
Galería Amparo Gámir
Del 14 de septiembre al 28 de octubre de 2006

8.10.06

MANUEL LÓPEZ HERRERA: IRONÍAS DE LA REALIDAD

–Bromea y opina de los opinadores López Herrera, desde su elocuente pintura, que son gente con la cabeza hueca y llena de pájaros. Y así presenta en uno de sus cuadros dichos animales, en madera, mecánicos, casi máquinas, saltando del caletre del pensieroso a una jaula y viceversa. Por mi parte, acojo tal parecer y libero de igual manera mis alocadas aves, palabras...


Manuel López Herrera (Madrid, 1946) abre él mismo sus pensamientos al libre albedrío del arte y deja volar su creatividad en el trabajo que expone estos días la galería Kreisler.

Es la suya una pintura figurativa, de un surrealismo que se puede adscribir a lo que muchos llaman “realismo mágico”, “lo real maravilloso” que trataba en literatura el maestro Alejo Carpentier.

Concibe, así, López Herrera, marcados por grandes epígrafes, espacios planos, crípticos, incluso claustrofóbicos, de quebradas y angulosas geometrías bajo una luz monótona, sin grandes contrastes en la mayoría de los casos.

En ambientes así organizados se mueven, o más bien dejan de moverse, sus personajes, estáticos y apacibles, unas veces nostálgicos, otras alienados, entre la detallada efigie y la mordaz caricatura de superlativa cabeza, como muñecos tratando en sus vivas y graciosas miradas, con ironía, muy diversos temas, metáforas, alegorías e historias como de cuentos infantiles, con un estilo que no se aleja de la ilustración de libros tales.

El pintor madrileño se muestra, de hecho, como un retratista ingenuo de figuras cercano en carácter, no en estilo, al aduanero Rousseau, que tanto entusiasmó entre los vanguardistas pioneros.

Con referencias, directas o indirectas, y muy dispares, al holandés Hyeronymus Bosch, el Bosco para los amigos, o al pop norteamericano más célebre, como el de Warhol o Lichtenstein, juega además y presenta los mismos o similares elementos de la cultura de masas, entremezclados y artificiosos, dibujos de Walt Disney frente a pinturas flamencas.

Todo ello, con un carácter narrativo, no deja de parecer, sin embargo, una mera excusa para representar, para crear sobre todo, unos personajes protagonistas de mundos paralelos en un tono de humor existencialista, empático.

–Y brillantes, cristalinas las pupilas, pintan nítida sus miradas una sonrisa agridulce en los labios.

Manuel López Herrera
Galería Kreisler
Del 3 al 31 de octubre de 2006

6.10.06

JULIO CURIESES: PINTAR EL AIRE

Quien dejara una oscura impronta en trabajos anteriores, más monocromos y umbríos, y sin duda con otro estado de ánimo, se ha acogido ahora a un significativo y variado colorido, a una recobrada luminosidad. Julio Curieses, bajo el precito nombre Atmósferas, descubre, así, en su obra un evidente cambio.


De Velázquez, verbigracia, y entre otras muchas cosas, se dice que pintaba el aire. Quizás no era ese el fin del maestro barroco; sí lo parece, en cambio, de Curieses.

Sin grandes contrastes, con una intensificada suavidad, y en pinceladas que pueden llegar a empastarse hasta el relieve (lo raro táctil de una atmósfera en la que flotar), el pintor madrileño hace visible lo invisible y progresa en los campos cromáticos, no buscando el mero paisaje, que lo hay también, sino dejando una evocación, una insinuación más o menos arcádica, tal vez algo simbólica, y sobre todo muy sugerente, infinita pese a limitarse a un marco.

Eventual heredero de la brillante pintura de William Turner, de horizontes diluidos, vaporosos ambientes, cielos palpables, sin fondo, y amaneceres u ocasos según se miraran, reflejo de la propia vida, no deja Curieses de mostrar una emoción, una intensidad que recuerda también, sin alcanzar su rotundidad y monumentalidad, a Mark Rothko.

Como ellos, pinta un realismo distinto, mucho más interior que exterior el suyo, pero al cabo realismo en sus intenciones.

Mantiene, con todo, un entorno enrarecido, y aunque algo melancólico, positivo, sonrisa nostálgica semejante de igual manera a la que, sin haber llegado aún a una completa abstracción, impregnaba la obra del soñador Odilon Redon. Tampoco, de hecho, deja de haber en Curieses el mismo tono de un sueño en sus cuadros.

Y no se trata de lo que le pueda deber a Velázquez, o a Turner y Redon, o a Rothko, sino de lo acogedores, penetrables, y a la vez envolventes, que resultan los ambientes aportados, de lo que el pintor busca, de lo que al propio espectador deja por sentir, sin perder en nada un carácter decorativo, del todo agradable, que se desliza generoso a la mirada.

Julio Curieses, Atmósferas
Galería Catarsis
Del 5 al 26 de octubre de 2006

5.10.06

JUAN CARLOS BRACHO: ARTE TOTAL

"Al principio fue la nada", una superficie en blanco...


Y rellenar el vacío es uno de los principales fines del arte, uno de sus retos.

Bajo tan importantes premisas y tan delirante horror vacui, Juan Carlos Bracho (La Línea de la Concepción, Cádiz, 1970) otorga, además, con su obra Donner c’est aimer, aimer c’est partager expuesta en la galería Carmen de la Calle, todo un beneficio de la duda: ¿qué es?

Por supuesto, cada quien se comportará entre esos dos signos de interrogación tan abstractos y etéreos de una manera, lo que también se escapa a todo control. No deja de ser un debate, un continuo botar de acción, reacción, ensayo y error, en su caso en blanco y negro (la sombra que quiere devorar la luz).

Entre el dadaísmo y el expresionismo abstracto, arbitrario aunque sostenido proceso de action painting el suyo, este artista andaluz juega a su capricho, empedernido ludópata de la creación que combina diversas disciplinas.

Y no es nueva la idea del arte total; es difícil. Bracho la reconsidera. En su obra, todo reunido, hay pintura, performance, vídeo, fotografía, y hasta música, a su monótono ritmo la pelota botando, como un esférico planeta que se dispara al universo, creándolo y recreándolo. Deja un nuevo microcosmos dentro del macrocosmos, y la obra refleja el recorrido de génesis desde el primer y aislado pelotazo impregnado hasta la saturación.

Sorprende en gran medida la diferencia entre los bocetos preparatorios y la obra en sí. En los bocetos, Bracho se muestra más caótico incluso que el propio azar (azar no exento, en cualquier caso, de una intención voluntaria y calculada), al pretender puntos más estallados, estrellados (de estrellas), desparramados, también goteantes. La realidad se contiene más de lo esperado, o de lo inesperado.

Qué es el arte preguntaría el propio arte de Bracho, tenista que ha perdido el mundo que ha ganando a su vez a un creador, y en el fondo, a un filósofo que juega y se interroga.

Juan Carlos Bracho, Donner c’est aimer, aimer c’est partager
Galería Carmen de la Calle
Del 14 de septiembre al 29 de octubre de 2006

3.10.06

ANSELM REYLE: EL ENIGMA EN TORNO

–Resulta raro, bastante críptico, hermético…

La instalación pretendería como un taller o estudio, o como el laboratorio de un alquimista, reflejar un proceso, una transformación. Las luces de neón sobre unos cubos de cenizas o tierras, cada jarrón un ready-made en su sobria desnudez, la superficie de los cuadros en vivos colores y texturas sinuosas hasta un brillante negro de luto, todo parece llevar un simbolismo, aunque pudiera no llegar a tanto.

–Sin duda es hermético, en sí un enigma planteado, tal vez sin salida; podría consistir en una reflexión sobre el camino hacia la muerte, sobre las metamorfosis, u ofrecer tan sólo una composición de diversos objetos entre luces y colores saturados.

Con la exposición Caput Mortuum en la galería Heinrich Ehrhardt, Anselm Reyle (Tubingen, 1970), hace un homenaje a Otto Freundlich, compatriota cuya obra se tildó de “arte degenerado”, y presenta, pues, un entorno extraño, no carente de sensaciones matéricas.

Quizás no busque una especial reacción del espectador, mucho menos su entendimiento o aceptación; tan sólo su ambientación que le envuelva, que le produzca el extrañamiento en el que se basa siempre lo creativo.

Podría verse en su obra un carácter narrativo; por ejemplo, los jarrones aparecen predestinados, estallados en superficies bidimensionales en los cuadros de las paredes, que evocan, por supuesto, la obra de Freundlich, y quizás también el cubismo (como naturaleza muerta fragmentada) o la abstracción geométrica (matemática muy propia del ámbito alquímico). Y la materia de los cubos, bajo los neones, respondería, tal vez, al origen de los recipientes, o más allá, al origen de toda existencia, con un toque de ironía por el propio título de la exposición y la sustancia aludida bajo su mismo nombre.

En definitiva, en un ambiente que busca tan correcta, tan perfecta estructura y emoción, alcanzaría a sobrar hasta como espectador el ser humano (casi un eventual homúnculo surgido de ese espacio, de esa “fábrica”). Y si bien plantea un recorrido por diversas tendencias del arte actual, el pop o el minimal, tampoco deja de manifestarse una idea existencialista.

Anselm Reyle, Caput Mortuum
Galería Heinrich Ehrhardt
Del 21 de septiembre al 30 de noviembre de 2006

1.10.06

CAROLINA SILVA: EN NEGATIVO

–Quien se enfrenta a una instalación se ve como el actor en su escenario virtual, y en su caso, siempre ha de improvisar, pero no en cuanto a sus registros o sus frases, sino en cuanto a los sentimientos que afloran, ya sea como protagonista o sólo como testigo. Se encuentra desnudo en el debate con la nueva realidad que se le presenta, y elige de su interior la primera máscara que habrá de responder a ello.

La instalación Nada más negro, de la joven Carolina Silva (Madrid, 1975), se ofrece estos días en Travesía Cuatro profundizando en el sentido trágico de la existencia. La artista plantea, así, un recorrido simbólico que vincula vida, ingenuidad, libertad y muerte en diversos dibujos y objetos dispuestos de estudiada manera por la galería.

En la obra expuesta se destacan dos partes diferenciadas, cada una en una estancia. La primera cuenta con una endeble escalera blanca que se eleva en el centro de la sala, rodeándose en sus cuatro paredes de dibujos, a color algunos y todos más bien esquemáticos, en su mayoría con motivos vegetales y pájaros muertos.

Una segunda sala se decora, en una profunda oscuridad, como un muelle de madera sobre negrísimas aguas, mostrando un relato que giraría en torno a una niña, su disfraz de conejo y un pequeño barco que poder alcanzar. Su carácter narrativo se ayudaría de unos cuadros al óleo, remitiendo a unas ideas de juego y de viaje, pero también de tragedia.

Hay claras referencias orientales, sobre todo en los primeros dibujos y su estilo, así como una inequívoca mirada hacia la infancia, con un trabajo que no deja de mostrar una inocencia por perder que se enfrentará a la muerte.

De hecho, los símbolos empleados, que para la tradición suelen mostrarse positivos, como los pájaros, la escalera al cielo, el agua, el barco o la propia infancia, se cargan de un tono muy negativo al dirigirse al fin único, fatídico e inexorable, o al haberse ya cumplido el mismo, significantes que por su significado desconciertan; que no dejan de inquietar al visitante incauto, con unos temas comunes, universales.

Carolina Silva, Nada más negro
Galería Travesía Cuatro
Del 14 de septiembre al 20 de octubre de 2006


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