ANSELM REYLE: EL ENIGMA EN TORNO
–Resulta raro, bastante críptico, hermético…
La instalación pretendería como un taller o estudio, o como el laboratorio de un alquimista, reflejar un proceso, una transformación. Las luces de neón sobre unos cubos de cenizas o tierras, cada jarrón un ready-made en su sobria desnudez, la superficie de los cuadros en vivos colores y texturas sinuosas hasta un brillante negro de luto, todo parece llevar un simbolismo, aunque pudiera no llegar a tanto.
–Sin duda es hermético, en sí un enigma planteado, tal vez sin salida; podría consistir en una reflexión sobre el camino hacia la muerte, sobre las metamorfosis, u ofrecer tan sólo una composición de diversos objetos entre luces y colores saturados.
Con la exposición Caput Mortuum en la galería Heinrich Ehrhardt, Anselm Reyle (Tubingen, 1970), hace un homenaje a Otto Freundlich, compatriota cuya obra se tildó de “arte degenerado”, y presenta, pues, un entorno extraño, no carente de sensaciones matéricas.
Quizás no busque una especial reacción del espectador, mucho menos su entendimiento o aceptación; tan sólo su ambientación que le envuelva, que le produzca el extrañamiento en el que se basa siempre lo creativo.
Podría verse en su obra un carácter narrativo; por ejemplo, los jarrones aparecen predestinados, estallados en superficies bidimensionales en los cuadros de las paredes, que evocan, por supuesto, la obra de Freundlich, y quizás también el cubismo (como naturaleza muerta fragmentada) o la abstracción geométrica (matemática muy propia del ámbito alquímico). Y la materia de los cubos, bajo los neones, respondería, tal vez, al origen de los recipientes, o más allá, al origen de toda existencia, con un toque de ironía por el propio título de la exposición y la sustancia aludida bajo su mismo nombre.
En definitiva, en un ambiente que busca tan correcta, tan perfecta estructura y emoción, alcanzaría a sobrar hasta como espectador el ser humano (casi un eventual homúnculo surgido de ese espacio, de esa “fábrica”). Y si bien plantea un recorrido por diversas tendencias del arte actual, el pop o el minimal, tampoco deja de manifestarse una idea existencialista.
Anselm Reyle, Caput Mortuum
Galería Heinrich Ehrhardt
Del 21 de septiembre al 30 de noviembre de 2006
La instalación pretendería como un taller o estudio, o como el laboratorio de un alquimista, reflejar un proceso, una transformación. Las luces de neón sobre unos cubos de cenizas o tierras, cada jarrón un ready-made en su sobria desnudez, la superficie de los cuadros en vivos colores y texturas sinuosas hasta un brillante negro de luto, todo parece llevar un simbolismo, aunque pudiera no llegar a tanto.
–Sin duda es hermético, en sí un enigma planteado, tal vez sin salida; podría consistir en una reflexión sobre el camino hacia la muerte, sobre las metamorfosis, u ofrecer tan sólo una composición de diversos objetos entre luces y colores saturados.
Con la exposición Caput Mortuum en la galería Heinrich Ehrhardt, Anselm Reyle (Tubingen, 1970), hace un homenaje a Otto Freundlich, compatriota cuya obra se tildó de “arte degenerado”, y presenta, pues, un entorno extraño, no carente de sensaciones matéricas.
Quizás no busque una especial reacción del espectador, mucho menos su entendimiento o aceptación; tan sólo su ambientación que le envuelva, que le produzca el extrañamiento en el que se basa siempre lo creativo.
Podría verse en su obra un carácter narrativo; por ejemplo, los jarrones aparecen predestinados, estallados en superficies bidimensionales en los cuadros de las paredes, que evocan, por supuesto, la obra de Freundlich, y quizás también el cubismo (como naturaleza muerta fragmentada) o la abstracción geométrica (matemática muy propia del ámbito alquímico). Y la materia de los cubos, bajo los neones, respondería, tal vez, al origen de los recipientes, o más allá, al origen de toda existencia, con un toque de ironía por el propio título de la exposición y la sustancia aludida bajo su mismo nombre.
En definitiva, en un ambiente que busca tan correcta, tan perfecta estructura y emoción, alcanzaría a sobrar hasta como espectador el ser humano (casi un eventual homúnculo surgido de ese espacio, de esa “fábrica”). Y si bien plantea un recorrido por diversas tendencias del arte actual, el pop o el minimal, tampoco deja de manifestarse una idea existencialista.
Anselm Reyle, Caput Mortuum
Galería Heinrich Ehrhardt
Del 21 de septiembre al 30 de noviembre de 2006
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