20.11.06

CONCHA ROMEU: DESCOSIDOS DE LA MEMORIA

–La mítica Penélope, mujer de Odiseo, tejía y destejía un tapiz para ignorar a los nuevos pretendientes y esperar, y sobre todo, recordar a su marido perdido. La memoria fluye imprevisible, queda en el presente, flotando, disolviendo un pasado que hacia el futuro se va transformando, que a veces, falsas o no, conlleva ávidas esperanzas. Muchos son los sentimientos contrariados, así como las frustraciones de no tener ya lo que se tenía, de ir emborronando desde la inconsciencia la imagen presentida de lo ya transcurrido, de extraviar algo, por mínimo que sea, que pudo llegar a considerarse propio y exclusivo. De infinitas formas se puede sentir la nostalgia, mirar atrás para verlo todo transformado, incluso olvidando lo que entonces se hacía lo más importante, una mirada tierna, una bella sonrisa o un gesto severo, pero familiar y amable.

Concha Romeu (Madrid, 1954) reflexiona con su exposición en la galería Gurriarán, Tan callando, sobre el alejamiento o la pérdida de los seres queridos, retazos de la memoria que se van descosiendo, rasgando, enmarañando o manchando por la huella del tiempo, por las diversas experiencias.

La artista confecciona, de este modo, sus obras, unas obras que inspiran sonrisas tristes, que pese a lo que puedan reflejar, dejan un vacío, agridulces oquedades en blanco y negro, o con algún tono más palideciendo, que las mismas superficies muestran en sus recortes, borrones desvaídos de antigüedad, arruinadas inmortalizaciones de otras épocas. Lo expuesto se retrotrae para el presente y siluetas orgánicas parasitarias parecen socavar o velar retratos que en ocasiones también se solapan o se superponen en juegos de planos bidimensionales.

Los cuadros, algo visual que no olvida la textura, se ven acompañados también por vestidos, que se refieren, por su parte, a la tactilidad, y rememorando, constituyen ásperos elementos sinestésicos, como bien lo sabía expresar Marcel Proust, de igual manera en cuanto al olfato, aromas que quedaron en la distancia y que pueden llegar a parecer tan cercanos que las situaciones se reconstruyen. Se recrea, pues, un ambiente íntimo y personal, como rescatado de entre telas de araña, con el tácito encanto de lo que precedió alguna vez su visión o la propia existencia.

Concha Romeu, Tan callando
Galería Gurriarán
Octubre y noviembre de 2006

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