29.11.06

JUAN BARJOLA: Y OTRA ESPAÑA NEGRA

Íntimo, la nueva exposición que ahora presenta Antonio Machón de Juan Barjola (Torre de Miguel Sesmero, Badajoz, 1919 – Madrid, 2004), gran artista figurativo de estilo personal, entre expresionista y surrealista, se compone de una buena muestra de su maestría, obras del autor en pequeño formato, tanto pinturas como dibujos, con sus negras, sórdidas y no del todo irreales visiones.

–Quizás un niño es mucho más intuitivo para eso, pero no hay mejor forma, ni más elocuente, que unos trazos, unas pinceladas autógrafas, para expresar sentimientos. Sin embargo, un niño menos que un adulto, con su experiencia, sabe tan bien lo que es la tristeza, el dolor, la inminencia de la muerte o la necesidad de una redención. En su caso, Barjola se vio bien capaz de expresarlos; parecía saber en la escatología una de las máximas realidades, uno de los principales componentes de la condición humana, y sobre todo, uno de los más visibles dentro de las inquietudes internas y sus intrigantes anhelos.

Desde unas profundas raíces ibéricas, sus temas tratan desde dinámicas tauromaquias a grotescos prostíbulos, pasando por escenas oníricas más de pesadillas que de dulces sueños, sin olvidar algunas referencias a la religión.

Con todo ello, sigue la tradición de la gran pintura española del Greco, Ribera, Velázquez y otros barrocos, Goya o Picasso, con gran influencia de estos dos últimos, e impregnándose de lo que se hacía también en el extranjero, sobre todo de la concepción creativa y humana del británico Francis Bacon.

De hecho, comunes en Bacon y Barjola son las empastadas formas blandas, derretidas, entre la cera y la carne podrida, desfiguradas, en perspectivas distorsionadas, volcadas e inestables, con sombras que se derraman como líquidos desde las formas que las proyectan y se desangran.

Barjola aplica su sabiduría dibujística en esa transfiguración de las formas, así como su especial mirada para la composición, para el horror vacui y para la combinación de unos colores descarnados, macilentos y desvaídos, o bien en intensos tonos y hondos claroscuros.

Expresa mundos fluidos, retorcidos y violentos, como tempestades pictóricas de arrebatada espontaneidad. Como tratando uno de los grandes títulos de Unamuno, su existencialismo es, así, inexorable, y parece ver sólo lo negativo del ser humano, su tragedia sin sentido.

Juan Barjola, Íntimo
Galería Antonio Machón
Del 15 de noviembre al 30 de diciembre de 2006

27.11.06

MARINA NÚÑEZ: LA ANGUSTIA EN EL CUERPO

–Se convierten los ojos humanos en ojos de insecto –podría resumirse una de sus obras–, entomólogo observado que adquiere una mirada múltiple, poliédrica, pupilas, visiones, que se acumulan para no tener capacidad de selección, para perderse en la misma, verlo todo para quedar ciego…

Con un interesante empleo de nuevas tecnologías que ayudan, sin duda, al elevado efectismo, la galería Salvador Díaz presenta algunos trabajos en vídeo y escultura de Marina Núñez (Palencia, 1966), carnales, algo histriónicos, dominados por su crudeza y sus impactantes resultados.


–Y es el impacto uno de los grandes objetivos de muchas obras de arte; y como en las de Marina Núñez, muchas veces confunde, pues no se sabe si atraen o repelen, pero la impronta queda en la memoria.

Ecce homo pronunciado en diferentes versiones, pero constante la perspectiva femenina, y en todo caso, la reflexión sobre el ser humano, Marina Núñez se sumerge en una inquietante obsesión por su vulnerabilidad e inestabilidad. Kafkianas parecen las ideas de metamorfosis y la angustia vital, claustrofóbica. De este modo, una inevitable referencia al género de terror se transmite en visiones surrealistas, deformantes, en ciertos aspectos paralelas al trabajo de Cindy Sherman, quizás cercanas en intenciones.

Gran parte de lo expuesto se centra en rostros de mujeres que se transfiguran a sí mismas, o que van recibiendo del exterior algo que se va adhiriendo, como una expresión de diferentes experiencias que se suman y transforman.

En otra obra, una videoinstalación, como retomado de un cuadro de Rubens, sobre telón de fondo de un sombrío bosque, el cuerpo desnudo de una ninfa perseguida por sátiros invisibles corre sin rumbo, intenta ocultarse, se atropella, cae, y al lado, destacada, se puede ver su mirada encendida en fuego de terrores, un miedo pánico provocado por algo que el espectador no llega a captar.

Con un sabio empleo de la iluminación, una fila de esculturas colgadas, cabezas de varios rostros que lloran enmarañados hilos de cobre, cierran la muestra.

Con todo, no deja de estar implícita en toda la obra una idea de soledad. El individuo en sí ha de enfrentarse sólo a enigmas, como el propio espectador se enfrenta al trabajo de Marina Núñez, trabajo que no deja de dar que pensar.

Marina Núñez
Galería Salvador Díaz
Del 16 de noviembre de 2006 al 5 de enero de 2007

23.11.06

ÁNGEL MANUEL NAVARRO ROTAECHE: GEOMÉTRICA INGRAVIDEZ

–“Ut pictura poesis”, se puede repetir infinitas veces la célebre máxima de Horacio vinculando dos tipos de creación que emplean medios tan distintos para fines inciertos; en cambio, no sabemos si el pensador latino llegó a coger un pincel en su vida, o qué y cómo habría pintado…

Se dan ocasiones, no obstante, en que confluyen ambas tendencias y puede que se complementen. Ángel Manuel Navarro Rotaeche, poeta y pintor canario, expone en Catarsis una significativa y homogénea obra en la que destaca, por encima de todo, el esquematismo compositivo y el equilibrio de formas y colores; son en sí cuadros serenos y de una sinuosa elegancia.

Hay una discreta inspiración, una atmósfera de primeras vanguardias, un sintético recuerdo del cubismo, del surrealismo más abstracto, de la extrañeza inocente de Klee, de la dureza de Léger. Se pueden, aún así, hasta intuir elementos que, ignorando la gravedad, flotan por la superficie de los cuadros, como amables bestias de Chagall o manzanas del mucho más reciente Cristóbal Toral.

Los colores, sobrios y armoniosos, van contrastándose con nitidez de un matizado amarillo en áspero relieve, para repetidos y múltiples soles dorados, pasando por gamas planas de rojos y ocres, hasta los profundos negros de un vacío nocturno y abismal, aunque no se vean grandes exabruptos, ni haya excesiva sensación de luces y sombras.

Las formas, por su parte, se limitan a juegos geométricos, cristalización, tapiz extraño o cúmulo de grandes e irregulares teselas para un mosaico que ora se muestra abstracto, ora pretende evocar alguna figura entre sus trazos, ora queda montado en maquinario engranaje de piezas que dependen unas de otras.

Y que Rotaeche se dedique también a la poesía no es para nada baladí en su expresión artística; las masas de color dialogan y se expresan como rimadas y consecuentes, en lógicas proporciones, con su ritmo y su fluir por el espacio, con su lírica cadencia, casi música. Y así, recreando un universo de bases pitagóricas, desde una belleza opaca, chocante, críptica y más intelectual que emocional, el pintor, como el poeta, como el músico, compone.

Ángel Manuel Navarro Rotaeche
Galería Catarsis
Del 17 de noviembre al 5 de diciembre de 2006

22.11.06

CARLOS LEÓN: EN LA ESPESURA

–Entras en un bosque sin caminos reconocibles, sólo vegetación que te deja o no pasar, que de repente es desnuda explanada, y al rato, opacidad plena. Te pierdes como personaje de cuento infantil, como niño indefenso que en el fondo todos somos en este mundo inexplicable, extraño, tan poco empático, como en un paraíso que de siempre se nos antojó embargado.

Max Estrella expone el trabajo más reciente de Carlos León (Ceuta, 1948), paisajes abstractos que se espesan y traslucen en alternancia. Se muestra ante todo un expresionista, como la propia naturaleza, dinámico, desequilibrado, a impulsos.


–Y más que bucólico aparece salvaje, pura pintura que se refleja sola.

Su estilo, aún así, no está lejos de aquellos inmensos cuadros de ninfeas que pintara un tardío pero modernísimo Monet, igual de inconmensurables como la sensación que buscara de infinito, de universos, en su action painting Jackson Pollock, búsqueda que al propio Carlos León parece interesarle en cada una de sus obras, en cada movimiento desordenado y fluido de sus pigmentos, de sus orgánicos trazos, casi automatismo, y no en vano, como fruto ofreciéndose imágenes, al cabo, surrealistas…

Es, de este modo, una captación de espacio inabarcable, tanto en la profundidad de sus bidimensionales superficies y cielos crudos y brillantes, como en la anchura de sus límites. Y la riqueza cromática no deja de incidir en lo mismo, variando en sus verdes, ocres y amarillos para recrear una suerte de estaciones, tal vez nuevas, inventadas.

Llegando a ciertos extremos, resultan también sanguinolentos algunos de sus tonos, como representando ramificados y descarnados troncos de músculos que se proyectan sin destino, cicatrices, y sin perder por ello su raro esteticismo.

Pincelada dinámica, pastosa, en ocasiones crispada y nerviosa, correosa o deslizada hacia la brillante superficie blanca del cuadro, quiere el artista concluir más allá de la misma en transparente caos, en la frondosa naturaleza de unas tierras que se quiebran y fragmentan, en una diversidad de formas imaginables que seducen al espectador para atraparlo en sus laberínticos esquemas.

Carlos León, La tierra equivocada, la tierra errónea
Galería Max Extrella
Del 8 de noviembre al 31 de diciembre de 2006

20.11.06

CONCHA ROMEU: DESCOSIDOS DE LA MEMORIA

–La mítica Penélope, mujer de Odiseo, tejía y destejía un tapiz para ignorar a los nuevos pretendientes y esperar, y sobre todo, recordar a su marido perdido. La memoria fluye imprevisible, queda en el presente, flotando, disolviendo un pasado que hacia el futuro se va transformando, que a veces, falsas o no, conlleva ávidas esperanzas. Muchos son los sentimientos contrariados, así como las frustraciones de no tener ya lo que se tenía, de ir emborronando desde la inconsciencia la imagen presentida de lo ya transcurrido, de extraviar algo, por mínimo que sea, que pudo llegar a considerarse propio y exclusivo. De infinitas formas se puede sentir la nostalgia, mirar atrás para verlo todo transformado, incluso olvidando lo que entonces se hacía lo más importante, una mirada tierna, una bella sonrisa o un gesto severo, pero familiar y amable.

Concha Romeu (Madrid, 1954) reflexiona con su exposición en la galería Gurriarán, Tan callando, sobre el alejamiento o la pérdida de los seres queridos, retazos de la memoria que se van descosiendo, rasgando, enmarañando o manchando por la huella del tiempo, por las diversas experiencias.

La artista confecciona, de este modo, sus obras, unas obras que inspiran sonrisas tristes, que pese a lo que puedan reflejar, dejan un vacío, agridulces oquedades en blanco y negro, o con algún tono más palideciendo, que las mismas superficies muestran en sus recortes, borrones desvaídos de antigüedad, arruinadas inmortalizaciones de otras épocas. Lo expuesto se retrotrae para el presente y siluetas orgánicas parasitarias parecen socavar o velar retratos que en ocasiones también se solapan o se superponen en juegos de planos bidimensionales.

Los cuadros, algo visual que no olvida la textura, se ven acompañados también por vestidos, que se refieren, por su parte, a la tactilidad, y rememorando, constituyen ásperos elementos sinestésicos, como bien lo sabía expresar Marcel Proust, de igual manera en cuanto al olfato, aromas que quedaron en la distancia y que pueden llegar a parecer tan cercanos que las situaciones se reconstruyen. Se recrea, pues, un ambiente íntimo y personal, como rescatado de entre telas de araña, con el tácito encanto de lo que precedió alguna vez su visión o la propia existencia.

Concha Romeu, Tan callando
Galería Gurriarán
Octubre y noviembre de 2006

17.11.06

MIGUEL LORENTE: LA REALIDAD Y SUS LENTES

–Con multitud de variantes, conscientes o inconscientes, si hay una frase recurrente en el mundillo del arte de hoy, esa es la que dijo Picasso para definirlo: “El arte es una mentira que nos ayuda a comprender la verdad”.

Miguel Lorente (Alicante, 1965) expone en la galería Carmen de la Calle no ya creaciones artísticas, sino lo que podrían ser sofisticados estudios de óptica, análisis de elementos que en su momento forjaron o ayudaron a forjar, mediante engaño, otras creaciones que debían ser captadas y deleitadas a través del sentido de la vista.


Así, por ejemplo, como si de un futurista se tratara, Lorente despieza una máquina fotográfica o unos prismáticos, mostrando las entrañas de lentes y ruedas reguladoras que guiaran la mirada de quien deseara ver más allá de lo que sus propios ojos ofrecen.

Heredero en sus pretensiones de Leonardo da Vinci, de Alberto Durero, o de los más cercanos, y tal vez mal llamados neoimpresionistas, por ejemplo, Lorente también estudia la pirámide visual, así como la gradación y combinación de los colores.

Unas maquetas, cámaras oscuras que se ayudan de recortes y espejos, intentan explicar, por su parte, dos posibles versiones de la perspectiva que tuvo Velázquez al pintar Las Meninas, y cómo pudo responder todo el esquema a una gran escenografía barroca que también se valía de la luz y los reflejos.

Otro modelo muestra, en cambio, lo que fue, real y a gran escala, un laberinto de espejos, uno de esos lugares donde plantearse la propia identidad, el destino, lo uno y lo múltiple, o la idea de infinito, y unos cubos, que, como las demás piezas, pueden o no considerarse esculturas, suponen la reconstrucción minuciosa de una catalogación de los colores.

Estos estudios, explicados por textos teóricos, resultan, por tanto, más cercanos al ámbito de la ciencia que al arte, con una total y fría objetividad, minuciosa y nítida definición, culminando todo ello en el propio ojo humano, también presente en una destripada maqueta que domina la exposición. Ese ojo, y en definitiva el del espectador, es el principal objetivo de cada uno de los engaños visuales que se explican, que allí se ven.

Miguel Lorente, Visión, etc
Galería Carmen de la Calle
Del 2 de noviembre al 10 de diciembre de 2006

15.11.06

AUGUSTINA VON NAGEL: LOS COLORES Y LOS PLANOS DE LA DIFERENCIA

–Las ilusiones, las contradicciones, son muchos, en general, los autoengaños.


La alemana Augustina von Nagel (Belecke, 1952) juega en sus fotografías con todo lo que atañe a la percepción, en concreto a la bidimensionalidad de los planos en su obra plástica. El relieve, la perspectiva, incluso las luces y las sombras en cada superficie, todo queda cuestionado en sus imágenes brillantes, como esmaltadas.

La artista recurre a una cultura pop que alcanza lo kitsch, sin llegar a nada mítico, pero tampoco a algo del todo cotidiano, y muestra en la exposición de la galería Pepe Cobo lo que podrían ser tres vertientes.

En una de ellas, que se puede relacionar con tendencias cubistas, aunque ironiza tanto con los valores plásticos como con los semánticos, la artista recoge lo que parece una colección de recortes fotográficos de piscinas introducidos en cajas de cartón abiertas que son captadas desde arriba. Las imágenes así surgidas suponen, por tanto, la distorsión de una visión unitaria.

En los otros dos grupos de obras, se observa una diferenciación, aunque objetiva y sin reflexión o crítica, y más bien aprovechando sus calidades estéticas, sobre el mundo desarrollado por un lado, y por otro, sobre el subdesarrollado. Éste último queda reflejado en combinaciones de tipos aborígenes entremezclados con, por ejemplo, frutos exóticos, y fijado todo en hábiles juegos surrealistas y estructurales sobre fondos coloristas y planos, sin perder por ello un carácter de estudio casi etnográfico, y un contraste conceptual en sí con el resto de lo exhibido.

Frente a la nitidez de estos trabajos, y siguiendo con piscinas, las imágenes del mundo desarrollado se centran en figuras de bañistas (en una desnudez distinta de la de los desposeídos) que veranean y desparraman en aguas de un azul intenso y predominante. La captación aquí es difusa y fragmentada, en fotografías agrandadas sin enfocar, granuladas, casi en un lenguaje puntillista con el que habría experimentado mucho antes Seurat, deleitándose más en la pintura como ciencia y no como arte.

Se entiende, pues, la búsqueda de artificio en las obras de Augustina von Nagel, y una composición de planos dispares, en esquemas equilibrados, resaltando, no obstante, la riqueza cromática que cada tema requiere, desde la saturación hasta el más abrupto de los sfumatos. No es cuestión de ver sin más, sino de adecuar la vista.

Augustina von Nagel, Planum Opticum
Galería Pepe Cobo
Del 31 de octubre de 2006 a enero de 2007

13.11.06

PAUL SCHÜTZE: FANTASMAS DE LUZ Y TIEMPO

Estiarte presenta la primera muestra en Madrid del australiano Paul Schütze (Melbourne, 1958). El trabajo aquí expuesto por el artista, cuya carrera parte del ámbito de la música electrónica, conocida, por ejemplo, por varias bandas sonoras, se centra en la videoinstalación que lleva por título el mismo que la muestra, The garden of instruments, y se rodea de cajas de luz de tema arquitectónico, así como, ya aparte, de tres series de fotografías en las que el azar y la oscuridad reclaman protagonismo.

–No dejan de ser expresión de categorías puras e infinitas, de cielos sin fondos, debate de claroscuros e interminable fluidez de formas.

–Crea, pues, con todo, radiografías de la memoria.

Los de Schütze se pretenden, de este modo, fantasmagóricos esquemas de la experiencia, juegos de la captación sensorial que, inquietantes, mantienen un diálogo extraño con el espectador, muy lejos de presentarse como algo positivo.

Sus espacios futuristas, paisajes desiertos que bien podrían corresponderse con estudios renacentistas de perspectivas, de arcos que se superponen y solapan, de escaleras sin destino, de líneas que confluyen hacia un punto de fuga demasiado fijo e inamovible como para parecer real, se manifiestan de forma geométrica, pero imprecisa, bella, aún así, como los reflejos nocturnos de una ciudad sobre las aguas.

El empleo de modernas técnicas digitales se recrea en una visión más bien oscura, y no exenta de un carácter por lo general dinámico, en la que brillan los elementos a representar con una luz muy fría, con un empleo de formas tridimensionales y tipos gráficos que parecen llover sobre las obras, sobre todo en las fotografías.

Fundamental también la idea de ritmo, a su formación musical Schütze le otorga imagen y reflexiona. La poética lentitud, junto al resto de los elementos, responde desde el simbolismo y la nostalgia, en resumen, a lo que quiere expresar, un pensamiento sobre el tiempo y el espacio mostrado no tanto de manera emocional como intelectual, casi maquinal, deshumanizada y objetiva, una figuración abstracta.

Paul Schütze, The garden of instruments
Galería Estiarte
Del 26 de octubre al 9 de diciembre de 2006

10.11.06

PEDRO SANDOVAL: PINTURA Y MÁS

Los grandes formatos de las superficies que emplea Pedro Sandoval para pintar, para crear en sí, se convierten en verdaderos campos de batalla donde combaten el orden y el caos, la táctil materia y las más visuales formas, el color y las sombras.

Dinámico y vital, sobre todo, se muestra en la mayoría de sus cuadros el artista, siempre seducido por nuevas búsquedas y destinado a consecuentes hallazgos; tantas son las posibilidades que da la pintura, tan inabarcables, y de las que Sandoval parece ser consciente.


Tribeca expone ahora, bajo el título de Work in progress y en toda su variedad, la más reciente obra de este artista venezolano, residente en Madrid, que ha ido pasando de una pintura figurativa a otra más desnuda, aunque original y aún ataviada de nuevos sentidos.

Con juegos de geometría, a veces irregular, escalonada o solapada, aunque siempre equilibrada, con un mayoritario sentido de la simetría, en buena parte de su trabajo la referencia a Mondrian no es evidente, sino explícita.

Y no obstante, muchas de sus pinturas se pretenden también relieves escultóricos, llegando a jugar con el propio marco de la obra, o con lo que parece marco y puede ser propia obra y viceversa. Esto mismo se observa en aquellas que evocan muros, paredes crípticas e impenetrables, ladrillos o piedras no constituidos más que por pigmento aglutinado en masa.

Puede mantener, por otro lado, cierto paralelismo con el propio Van Gogh, si no por su voluntad, sí por sus métodos, en sus paisajes africanos, con densísima, empastada pincelada de renovado expresionismo abstracto, poco azaroso en comparación con los padres de tal tendencia, que ofrece, pese a su opacidad, pese a la sensación de peso, una brillante intensidad de color en suaves matices que se transforman y enriquecen con el brillo de la luz.

Y en cuanto a conceptos, también demuestra Sandoval que sabe ironizar con juegos semánticos a lo Max Ernst, como aquél en el que, sin dejar de jugar con la tactilidad de la obra, se pasa de una auténtica piel bovina a otra pintada. Si lo de Ernst no era una pipa, lo de Sandoval, en este caso, tampoco quiere ser piel; sólo pura pintura.

Por tanto, con todo, lo que el artista ofrece es su muy fructífera pero interminable exploración de lo material y lo formal, exploración que parece partir de unos cimientos primeros para convertirse en toda una Babel de diversos idiomas artísticos. Rica y diversa, y aún prometedora de más, se declara entonces su ya reconocida obra.

Pedro Sandoval, Work in progress
Galería Tribeca
Del 2 al 23 de noviembre de 2006

8.11.06

MONTSERRAT CLAUSELLS: INTENSIDADES DE ORIENTE

Profundos rojos se suceden, en riquísimos matices de oscuros a anaranjados, entre colores grisáceos, violáceos, más desvaídos, vaporosos, alternándose a su vez con reflejos como de agua, fantasmagóricas neblinas y lunas blancuzcas o de oro viejo, paisajes del alma que a veces recurren a la geometría para organizarse, para separarse en vertical y moverse por una ascensión imparable de introspección personal.

–Es quizás entre lo más espiritual donde más se encuentran las raíces materiales, sensoriales, humanas…

–¿Versará, tal vez, sobre eso el arte?

Con todo, la evocación, la insinuación, más que la mera representación, se hace continua en el trabajo de Montserrat Clausells (Barcelona, 1960). Desde las mismas características, Amparo Gámir ofrece ahora 23 de las obras de la artista que se pronuncian sobre su más reciente experiencia, a la vez misión de enseñanza y aprendizaje, en el exótico Nepal.

Recorre todas las pinturas un hálito de sueño, una capacidad de ver más allá, algo que con seguridad se puede llegar a sentir en Bhaktapur, la ciudad que las inspira, que funde al individuo con el todo, que eterniza, que convierte en una serena lentitud la atemporalidad.

Clausells se deja llevar por la intensidad, o por la falta de la misma cuando procede, en un estilo elegante que recuerda a Redon, o al más abstracto Gustave Moreau, aquél de difusos y coloristas esbozos que a tantos artistas influyó, que a tantos dejó en su libertad expresiva.

Es así como quedan reflejados, desde la gastronomía o el paisaje arquitectónico de la ciudad inspiradora, hasta sus rituales y los sacros colores del budismo, respirando y dejando respirar cada superficie pictórica, envolviendo al espectador en esa calma oriental tan contrapuesta al acelerado Occidente, tan lejana también a una mera perspectiva turística, más socorrida para un pensamiento globalizado.

Destaca, en definitiva, una sabiduría casi ceremonial del empleo del color, de la pincelada etérea frente a una nitidez innecesaria, casi molesta en lo que se pretende, en composiciones equilibradas, no del todo abstractas, de ensoñaciones panteístas, de agradable extrañamiento. La pintura se abandona a su esencia, y de igual manera, el espectador a su iniciático viaje.

Montserrat Clausells, Bhaktapur
Galería Amparo Gámir
Del 7 de noviembre al 15 de diciembre de 2006

2.11.06

RAMIRO FERNÁNDEZ SAUS: VOX POPULI

–No debemos olvidar que la tradición oral de los pueblos ha dado lugar a grandes historias; que las propias obras de Homero se transmitieron así; que antes de existir la prensa, de igual modo se extendían las noticias y leyendas, palabras rimadas acompañadas de imágenes…

Choca, en un mundo invadido por los nuevos medios de comunicación, en tal “aldea global”, que una inspiración ya nostálgica, ya lúdica, ya estética sin más, permita la concepción de un trabajo como el que Ramiro Fernández Saus (Sabadell, Barcelona, 1961) expone en la galería Estampa.


Apoteosis de sencillez y buenas intenciones, Fernández Saus recuerda en su obra aquello que, mucho antes de los efectos especiales, o digna génesis de los propios, junto al teatro, hacía volar la imaginación de la gente en sus historias, siempre curiosa y ávida de heroicidades, redenciones, morbosas tragedias o comedias de la vida cotidiana, la picaresca.

Su obra exhibida tiene, de este modo, mucho de Hogarth, también del aduanero Rousseau, y por supuesto, de Goya. Así se ve en su carácter narrativo, en su ingenuidad entre rural e infantil y en su pincelada empastada, suelta, opaca y consciente, sin perder por ello una originalidad propia, muy viva, positiva y colorista.

Las perspectivas, a veces planas, a veces distorsionadas, aunque son fruto de la búsqueda de simplicidad en el lenguaje, hacen referencia también al surrealismo, entre otras tendencias.

Se constituyen escenas consecutivas, claras y concisas, y aparte, al margen de que se trate de un milagro, su “realismo mágico” se puede remitir por completo a la tradición sudamericana. De hecho, no resulta sólo un episodio hagiográfico de San Antonio, explicado por el literario romance, sino que, por esa misma explicación, también puede considerarse desde un cuento para niños hasta una más moderna tira gráfica, conservando el tinte popular que éstas aún aprovechan, y del que el pop (aunque esto, paradoja, es todo lo contrario a lo que se entiende por pop) se ha valido desde el principio.

Fernández Saus deja, pues, unas imágenes llanas, artesanales, plenas de ilusión, de sencillez, de gestualidad y elocuencia, a veces tan perdidas en aquello que de la actualidad le entra al espectador por los ojos.

Ramiro Fernández Saus, El milagro de los pájaros
Galería Estampa
Del 24 de octubre al 25 de noviembre de 2006


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